Volvió a rugir

Atrás habían quedado los años de la infancia. Y los de la adolescencia y juventud. Entre los recuerdos de esas etapas de la vida, ocupaban un lugar, siempre, los vinculados a Estudiantes. Victorias y derrotas. Frustraciones y satisfacciones. La inconmensurable alegría de los títulos. El dolor de perder algún campeonato, también; pero siempre con la frente en alto. Siempre con épica. Siempre con mística.

Pero todo aquello había quedado muy lejos. En el 2006 ya éramos cuarentones, padres de familia, con problemas y compromisos propios de nuestra edad, con menos tiempo, por ejemplo, para seguir el fútbol. Sin embargo, en los ámbitos sociales donde nos tocaba actuar, siempre llevábamos en alto nuestra identidad pincharrata, aún en aquella larga edad oscura, de más pena que gloria, con el descenso incluido.

Aún así, olfateábamos que soplaban otros aires. En los últimos tiempos se había festejado el centenario del club, se habían consolidado algunos buenos valores en primera, se había vuelto a jugar la copa, nos hacíamos respetar de local otra vez, tanto en los -hasta ahora- últimos tiempos de Uno, como en Quilmes o en el Único. Nuestras agendas ya no tenían un recuadro para ir siguiendo los puntos acumulados y promedios de nuestros rivales y propios. Además, llegaba un técnico joven que parecía un distinto (Diego Simeone) y retornaba en plenitud una estrella de selección (Sebastián Verón).

Ese apertura comenzó después de la frustración en el mundial de Alemania, y arrancamos con tres victorias manteniendo el cero en el arco propio: 1-0 a Quilmes en el debut, mismo resultado frente a los jujeños y 2-0 a Colón en Santa Fe. Después vino un bajón en el que sacamos un punto de doce: 1-2 con Belgrano en Quilmes, caída frente a Boca de visitante, 0-0 versus Banfield y nueva derrota frente a Central, en Rosario, con lo que pasamos de la ilusión a la mitad de la tabla.

Como suele decirse, y más en un torneo corto, las fechas siguientes nos iban a marcar "para qué estábamos". En la octava, en un partido nocturno bastante áspero donde se lesionó feo el león Huerta, le ganamos 2-1 a Independiente. Después venían dos de visitante... y también los ganamos, 1-0 a San Lorenzo y 3-0 a Lanús.

Era la mitad del torneo, y estábamos otra vez peleando arriba. Seis ganados, uno empatado, tres perdidos, 19 puntos y jugando bien, sólido, efectivo, y -si bien es lo de menos- vistoso. Pero había un problema: el bicampeón, Boca, se había cortado arriba camino al tri. Y contra Boca se hace siempre difícil...

Como sea, estábamos disfrutando de lo que nos daba ese equipo. Como en los viejos tiempos, uno notaba que los demás respetaban a Estudiantes. Los hinchas de equipos rivales se moderaban con las bravuconadas y se cuidaban un poquito de hablar antes de tiempo.

En la onceava era el clásico. Se jugó en el Único y ganamos. No hace falta entrar en detalles. Como dijo el capitán en la manga, antes de salir a la cancha: "...no digamos nada. Si queremos salir campeones, tenemos que ganar este partido". Bueno, quedó muy claro que querían salir campeones.

Sin embargo, Boca no aflojaba. Y..., era una fija. En los últimos años se habían cansado de salir campeones. Lo habían logrado peleando con River y con otros cuadros, a veces en definiciones cerradas. Y también cortándose solos y coronándose varias fechas antes, con un subcampeón a años luz. Más allá de que, por ahí, junto al Pincha, andaba merodeando el River de Passarella, muchos xeneixes avizoraban que este título lo ganaban muy cómodos.

Así lo aseguraban cuando se nos cruzaban en el laburo, en el barrio, en la universidad...

- "Ustedes ya están hechos siendo segundos, papá... ¿adónde creen que van? Esto es Boca".

Y los pinchas contestábamos:

- "No se confíen. Podemos ganar o perder; ustedes serán Boca, pero nosotros somos Estudiantes".

Eso pensábamos, y les sugeríamos que leyeran algo de historia, porque estaban algo mal acostumbrados a segundones conformistas por lograr una -periodismo dixit- "gran campaña", a equipos que "merecen el reconocimiento" porque "primero hay uno sólo, y es nada menos que Boca Juniors" y el subcampeonato es "para aplaudir de pie" ya que fue logrado con "caballerosidad, hidalguía, espíritu deportivo", y que, con un plantel con menos nombres, "pelearon lealmente y con armas nobles". "¡Salud, subcampeones!".

¡Ah, no, muchachos! El discurso de la "gran campaña", guárdenlo para otros. ¡El León va a intentar comerles el hígado! El Pincha, dijo el técnico, sale a cada cancha "con el cuchillo entre los dientes".

No diría que dudaban, pero los sorprendíamos. Realmente, ellos estaban acostumbrados a rivales funcionales, que les sirviera escoltarlos para entrar a alguna copa como objetivo de máxima. Con todo, no pintaba sencillo... pero los desafiábamos como en los viejos buenos tiempos.

Cada uno de los partidos que siguen merecerían un relato en exclusiva: una seguidilla de victorias para meter presión y dejar a River fuera de la pelea. 3-1 a Godoy Cruz en Mendoza; 2-1 a Chicago en el Único; 1-0 a Vélez en Liniers; 3-1 con baile a River, otra vez en el Único; 2-1 épico a Newell´s en Rosario (empate sobre la hora y victoria en el descuento, para darlo vuelta); y, en la fecha 17, 2-0 a Racing en La Plata. Diez victorias consecutivas.

Tanto esfuerzo, y Boca no se caía: faltaban dos jornadas y estaba cuatro puntos arriba. Era casi imposible..., pero Estudiantes sabe de imposibles. Por fin, en la anteúltima, perdieron en Córdoba (¡alguna vez se tenía que dar!), y se daba la chance de descontar. El Pincha ganaba 2-1 en La Paternal, pero nos empataron en la última jugada y se pudo achicar un sólo punto.

En la última, a ambos les tocaba de local: Boca-Lanús y Estudiantes-Arsenal. No sólo el mundo Boca, todo el ambiente del fútbol tomaba la definición como cosa juzgada. Hasta los de River nos decían "hasta acá llegaron".

Todos, menos nosotros. Que nadie se atreva a hablarnos de "gran campaña". "Descontamos un punto y nos queda una chance", declaró nuestro técnico. "El que no crea, que no vaya a la cancha". Y la cancha se llenó una vez más, para ver Estudiantes 2 Arsenal 0, que se definió en los minutos finales, mientras Lanús derrotaba a nuestros competidores. Se había igualado el primer puesto en 44 puntos, y, por primera vez en este tipo de torneos, debía jugarse una final para consagrar al campeón.

Sí había una hinchada segura ese miércoles 13 de diciembre, en Vélez, esa era la parcialidad pincharrata. No porque contemos los pollitos antes de que nazcan, sí por lo que había dado aquel equipo. No creo que haga falta recordar pormenores de ese partido y su resultado.

El león volvió a rugir, para que desde todas las camisetas recuerden lo complicado que es pelear cualquier cosa con Estudiantes.

Volvió a rugir, con el ADN de siempre, para que los padres les señalen a sus hijos: "esto era lo que te contaba".

Volvió a rugir, para no perder la memoria, para agregar una nueva estrella, para iniciar otro ciclo glorioso.

Volvió a rugir, para demostrar la vigencia de la escuela que había llevado al futbol argentino a ser campeón y subcampeón del mundo, en 1986 y 1990. Y para, en pocos años más, llevarlo a una nueva final. Y que nadie vea aquí ninguna contradicción: si saliste campeón, los subcampeonatos se valoran. Por supuesto.

Volvió a rugir, para que, junto a los ídolos de las fotos en blanco y negro, sumemos a nuestros corazones el color y los videos de una nueva generación de campeones. De los Andújar, Alayes, Braña, Sosa, Pavone, Calderón...

Volvió a rugir el Pincha, y recordé cuando era pibe, y sentí esa misma alegría desbordante e inexplicable de ser campeón. Suena, como aquella vez, "We are the champions". "Somos campeones", dice, sereno, el capitán. "Gracias por creer", suelta el Cholo.

Gracias a ustedes.

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