Un partido perfecto

Estudiantes de La Plata, el club de nuestros amores, nos ha regalado a lo largo de su historia innumerables capítulos para los cuales este título sería pertinente. Dependiendo de la generación a la que el hincha pertenezca, las circunstancias, el momento personal y muchas otras variables, cada uno de nosotras/os va a recordar un juego -o seguramente varios- a los que les cabría ese leit motiv.

El grupo de chat de la filial de La Matanza no es la excepción y cada tanto se rememora alguno de estos partidos de colección; hace unos días, sin ir más lejos, se recordaba el que le ganamos de visitante a Vélez, dos a uno, camino al título de 1982.

Goleadas en casa a algunos de los grandes, cotejos donde sorprendimos a algún peso pesado de visitantes, van desfilando por nuestra memoria ejemplos que, por su perfección, contexto y emociones, merecen estar en esta galería, tanto en el plano institucional como en el del mundo íntimo de cada hincha.

Las variables de selección siempre son necesariamente difusas, y por lo tanto discutibles. No obstante, uno puede considerar, por caso, el momento del equipo, la trascendencia deportiva, la marca que deja en un determinado proceso, la jerarquía del rival, la contribución a algún logro importante, el resultado, la superioridad evidenciada, los jugadores que participaron. Desde ya, es fútbol, y valen las miradas y la elección de cualquier pincharrata. Esta es sólo la mía.

Mi partido perfecto de Estudiantes es el que le ganamos dos a cero de local a Independiente por la primera final del Nacional de 1983. Se disputó la noche del sábado 4 de junio, con TV en directo. Tengo dos fuentes escritas para reconstruirlo ("El Gráfico" y "Estadio"), más algunas pocas imágenes en blanco y negro subidas a youtube. Y también, por supuesto, la memoria de hincha, que conviene emplearla sin dejarla sola, para no idealizar, pero tampoco sin prescindir de ella, para que irrumpan las emociones una vez más.

El partido tenía un largo historial, y una rivalidad que había crecido fuerte ese último año. Estudiantes le había ganado el torneo anterior al Rojo, con Bilardo en el banco. Para la gran prensa deportiva de las radios y de los suplementos de los grandes diarios, salvo excepciones, Independiente debía ser el campeón porque "representaba la esencia del fútbol argentino". En una época donde la velocidad de la información seguía siendo mínima, es posible que muchos opinaran sin haber visto jugar a Estudiantes. Como sea, parecía un clisé fácil de imponer. Los cruces en ese torneo habían terminado en sendos empates, 0 a 0 en La Plata, 1-1 en Avellaneda.

Algunos especulaban con que el Pincha perdiera algún punto para que haya una final de desempate donde choquen los diferentes estilos, pero tuvieron que guardar violín en bolsa: fuimos campeones, como ya hemos recordado en estos relatos.

También hubo un partido de verano en Mar del Plata, promocionado como una "final", que terminó 0 a 0. Algunos jugadores y el técnico de ellos parecían haberse creído lo de la superioridad y declaraban en consecuencia, pero no lo habían demostrado ni en los cruces por los puntos ni en el amistoso. Por otra parte, tras obtenerse el título, Bilardo se hacía cargo del seleccionado y lo reemplazaba Eduardo Luján Manera.

Pues bien, quiso el destino que el campeonato nacional siguiente, a definir mano a mano en partido y revancha, llegaran a las finales estos dos equipos. En ese contexto, hubo alguna que otra "boconeada" de los de Avellaneda, en dirección a que "ahora sí se iba a ver quién era el mejor". Y vaya si se vio.

Con esos antecedentes salieron a la cancha en aquella noche platense. Frente a la TV, Estudiantes me hizo sentir orgulloso los noventa minutos... hasta por momentos me olvidaba de que se estaba definiendo un campeonato: le puso un vértigo increíble, pasando por arriba a un equipo con jugadores de jerarquía, muchos de los cuales (Giusti, Burruchaga, Bochini, Clausen) serían campeones en el mundial de México pocos años después.

Husmenado en youtube veo un resumen de poco más de cinco minutos, de muy mala calidad y sin color, que no refleja a mi gusto la superioridad que recuerdo. Aun así, consigna dos goles anulados (hummm), un tiro en el palo y algunas otras situaciones claras, además, por supuesto, de los goles de Gottardi (transferido, se despedía esa noche) y de Trama.

Vamos a las fuentes escritas. En el caso de "El Gráfico" (salir en la "tapa" ya era todo un logro), el título elegido fue "Estudiantes lucho, corrió, jugó y brilló"... El artículo principal, con la firma de Juvenal, expresa: "vencedor indiscutible, convincente, rotundo, total" (...) "...ha conseguido plasmar en hechos concretos el sueño del FUTBOL TOTAL" (mayúscula original), y, después de remarcar una y otra vez que luchar no está reñido con crear, concluye en que el Pincha fue: "la conjunción ideal de la inspiración personal, la disciplina táctica, el espíritu colectivo y el funcionamiento en bloque".

"Estadio", por su parte, señala ya desde su portada que "Estudiantes volvió a ser el de siempre en un partido para no olvidar" y también se deshace en loas para Manera y los valores del equipo: "la seguridad de Brown, el oficio de Herrera, los desenganches de Camino, el criterio de Russo". Sigue: el talento, habilidad y picardía de Sabella, Trobbiani y Ponce, el sacrificio de Trama, el olfato de Gottardi... Después de mencionar los reflejos de Bertero y la adaptación de Agüero, la pluma de Pedro Durrels cae en la cuenta de que no le quedó un solo jugador sin nombrar...y sintetiza: "Eso es Estudiantes, un equipo".

La revancha en Avellaneda, siete días después, fue 1-2 (entresemana, encima, se le había ganado a Ferro por la copa para clasificar a la siguiente fase), suficiente para festejar nuestro tercer título en Argentina, el que nos dio el Bicampeonato 82/83. La ida, en el estadio de 1 y 57, fue un partido perfecto.

Mi partido perfecto.

Marzo 2020

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