Tributo a la entrega

Agosto de 2019, especial para la Filial EdeLP de La Matanza, "Miguel Ángel Russo".

Es sabido que en cualquier momento puede aparecer una charla futbolera. De esas sin agenda, desprolijas, desordenadas, anárquicas, espontáneas, que van y vuelven en tiempo y espacio, que pueden girar desde la fecha del último fin de semana hasta el principio de los tiempos futbolísticos, los cuales, claro está, van variando según la franja etaria de cada participante.

Uno de los lugares comunes que suele abordarse en dichas conversaciones, sin duda, es la pasada de revista por la galería de cracks de cada parcialidad. "El mejor que yo vi fue fulano de tal... ¡qué jugador!", comienza alguien, y otro puede reafirmar (o agregar, o retrucar) sosteniendo, por ejemplo: "las cosas que le vi hacer a ese tipo en una cancha no se las vi a ningún otro".

Sobre la mesa del bar, el escritorio de la oficina, en un rato de ocio en la esquina o en el club del barrio, la palabra circula animadamente y aparecen algunos apellidos ilustres: Maradona, Francescoli, Alonso, Bochini, Brindisi, Riquelme, Messi, Aimar. Y junto a las estrellas, algunas de sus jugadas emblemáticas: la mítica chilena de Enzo, aquel taquito de Román, el día que Maradona dejó desparramado a Fillol en la Bombonera, los pases entrelíneas imposibles del Bocha, y unas cuantas más.

Nombre más, nombre menos, tal vez con la remembranza de algún caño, sombrero o cambio de frente memorable, el discurrir se hace bastante previsible, y hasta en un momento se empiezan a reconocer los íconos de los archirrivales, tipo "te digo una cosa... los de Boca le temíamos al Beto" o "te confieso que Román fue una pesadilla para River y no veíamos la hora de que se retire". Y no es extraño, siendo tan parecidos, en que llegue un punto en que hasta se emocionen y se abracen.

Sin embargo, el escenario descripto cambia ciento ochenta grados de haber un Pincha presente en tales circunstancias. Puestos en esa situación, los hinchas de Estudiantes, aunque podemos agregar nuestros propios nombres al panteón de talentos propuestos (por caso, Patricio, Sabella o el mismo Sebastián, por poner unos pocos ejemplos), hay veces que uno trata de instruir a la gente de estos clubes, y desacomodarles un poco esa visión tan básica y lineal que tienen sobre el fútbol.

Y les aportamos otras emociones, otros cracks, otras jugadas notables. Y les señalamos, entre varios, a Pachamé, a Brown, a Russo, a Prátola, a Braña. Y les marcamos como hemos vibrado con un oportuno rechazo a la tribuna, un cierre justo, un quite quirúrgico, un ir a los pies y tirarla al lateral después de haber corrido varios metros, un seguir metiendo, raspando, mordiendo, ocupando espacios hasta el minuto noventa y pico. Hasta una amarilla bien gastada, señores, hace atronar el ¡Estudiannn, Estudiannn!

Este juego, estimados, no es sólo mostrar habilidad con la pelota. Es luchar por cada centímetro cuando la tenés y cuando no. Por eso en el Pincha nos enorgullecemos, también, por los abanderados de la entrega, por un vidrio astillado en las viejas cabinas de 115 tras un rechazo de Russo, por el Tata jugando todo roto hasta el último segundo de la final de México 86, por cada quite del Chapu, por Desábato sacando adelante desde el fondo a la selección contra Colombia, allá, en las eliminatorias para el mundial de Brasil. ¡Y, si quieren más, por el récord de expulsiones de Prátola, también!

"Entendí que el esfuerzo -dijo una vez un técnico de los más lejanos a la escuela albirroja- también emociona". ¡Vaya novedad! Para este tipo de corriente futbolera, parece que solo existieran los habilidosos. Con esa simplicidad, sin ir más lejos, la Selección ha fracasado muchas veces, aun teniendo jugadores con un enorme potencial.

En la historia de Estudiantes de La Plata tenemos estrellas en todos los lugares de la cancha, rendimos tributo a la entrega y ponemos al talento, que desde ya valoramos, a laburar para el equipo.

¿Se entendió? Si no sos Pincha, puede que no. Y bueno, así vienen los tantos en el fútbol argentino.

Pablo Valaco