Once estrellas para el león

¡Otra vez campeones de América! La imagen soñada por todas las generaciones de pincharratas: las que vivieron la época de oro y las posteriores. Sí, lo habíamos hecho de nuevo: ahora, éramos tetracampeones. En ese momento, sea en la cancha, en el trabajo o dondequiera que dos pinchas se juntaban, aparecía muy pronto una conclusión: "A Estudiantes no le podemos pedir nada más".

Pero, somos hinchas (y, modestamente, hinchas que saben), y percibíamos que el momento daba para más: por cuerpo técnico, por equipo, por jugadores, veíamos que las condiciones estaban dadas para sumar nuevos títulos. Si bien se iban yendo algunos profesionales importantes, como Andújar primero o Boselli más tarde, nuestras expectativas se mantenían altas.

Sin embargo, se nos escaparon algunas definiciones. La primera y más recordada, la del mundial de clubes, frente al mejor Barcelona de la historia, a fines de ese 2009 en Abu Dhabi, donde estuvimos a segundos de repetir la hazaña de Manchester con aquel gol de Boselli. Sorprendimos a los catalanes y al mundo, pero no pudo ser. Y al año siguiente hubo otras: la eliminación de la Copa, en cuartos de final, contra Internacional -luego campeón-, en Quilmes; la pérdida del campeonato local frente a Argentinos; y, ya en el segundo semestre -después del mundial de Sudáfrica, que también nos apenó-, la final de la Recopa frente a la Liga de Quito. Salvo, quizás, frente al Barça, fuimos superiores a estos equipos, pero -somos pinchas-, y lo cierto es que nos habíamos quedado cuatro veces consecutivas en la puerta de nuevos logros con un equipazo.

Así, aún con la epopeya del Mineirao fresca, y bien conscientes de que "A Estudiantes no le podemos pedir nada más", teníamos ese sabor amargo, y nuestras amistades hinchas de otros equipos, la oportunidad de colar alguna "cargada" para tratar de salir de la postura defensiva que una vez más se habían visto obligados a adoptar permanentemente frente a nosotros en cualquier debate futbolero.

Después de la derrota en la Recopa, quedaba por disputar el Torneo Apertura 2010, que llevaba jugadas pocas fechas. Malacostumbrados como estábamos, no nos conmovió demasiado haber empezado ganándole a Newells en Rosario (1-0), y meter segunda contra Quilmes, 2 a 0, de local en el Centenario (habrá que aclararles a los más chicos que "de local en el Centenario", no es un error; hoy por suerte estamos en otro lugar... ¡y qué lugar!). Siguió un 0-0 en Banfield y una postergación del cuarto partido por aquel duelo con la LDU. Después de eso le ganamos dos a uno a Godoy Cruz en Mendoza, y aún con un partido menos estábamos otra vez en la pelea: si alguien pensó en un ciclo cumplido, la prudencia aconsejaba esperar un poco, y más tratándose de Estudiantes de la Plata.

Vino el turno de Racing, una vez más de local en Quilmes: victoria dos a cero, para subirnos a la punta. Sin embargo, en la fecha siguiente llegó un inesperado traspié contra All Boys, uno a dos. La siguiente semana pintaba como bisagra, ese momento que suele responder a la pregunta "¿para qué estamos?": Boca, por la octava fecha; y Gimnasia, entresemana, para recuperar el juego adeudado, ambos de local, siempre refiriéndonos a que jugábamos en el estadio de los cerveceros. Frente al Xeneixe fue uno a cero, con gol del prometedor juvenil Marcos Rojo; el clásico, un 2 a 0 que se quedó corto con goles de Fede Fernández y Verón, que inclusive pareció dejar al rival aliviado, temiendo otra catástrofe histórica. ¿Qué "para qué estábamos"? Para ir a buscar lo que se nos venía negando. Lo confirmamos una vez más al domingo siguiente, despachando a San Lorenzo a domicilio, uno a cero. Ya habíamos triunfado frente a tres "grandes", pero faltaba mucho y nos desafiaba un Vélez muy sólido.

Después de esa semana perfecta llegó una victoria frente a Olimpo en el mediodía del torneo (2-0) y un empate a uno con Colón en Santa Fe. En la doceava fecha, visita de riesgo a Liniers frente al retador y candidato de los medios hegemónicos, el Vélez de Gareca, donde sacamos un cero a cero con mucho bidón, de esos empates para festejar en grande. Siguió una goleada a Lanús en Quilmes (3 a 0), una derrota en Tigre que nos hizo perder momentáneamente la punta (1-2) y una rápida recuperación con triunfo frente a Huracán (2-0).

Ahora faltaban cuatro fechas, el llamado "sprint final". Si no fuera porque enfrente había un Vélez admirable, con el puntaje que tenía el Pincha a esa altura se han ganado torneos en Argentina: era un campañon, no había rivales, difícil entender a esa altura que teníamos un equipo a dos puntos, que nos tiraba aliento en la nuca. Y todavía teníamos que visitar a Independiente y a River ¿Se escaparía otra vez?

Frente al Rojo se complicó, pero lo sacamos adelante, ganándole dos a uno con un gol sobre el final de Gastón Fernández (autor de otros goles importantes en ese torneo), uno de esos partidos que todo candidato al título tiene, donde no jugaste del todo bien pero se te dio el resultado. Necesario: el Fortín también ganó. Ahora estábamos a tres fechas, y el rival era Argentinos, con quien teníamos una cuenta pendiente por el título y por el partido que nos habían ganado en el "clausura". Cuenta saldada: 3-1. Otra vez necesario: otra vez, el Fortín también ganó.

En la anteúltima, fuimos al Monumental, con un River con ganas de ganarnos, más allá de que ahí jugaban Pavone y Juan Manuel Díaz. Es que el Pincha por aquellos años había hecho varias travesuras, fuera de los títulos ganados. Partido para la historia: uno a uno fueron cayendo los goles: Desábato, Matías Sánchez, Rojo, Mercado. "Goles de defensores", fue la curiosa objeción que esbozaron esta vez los cultores del jogo bonito. ¡Cuatro, jaja! ¿Vélez? Vélez, ya saben... no se pudo dar la vuelta en Nuñez. Y bien, habría que ganar en la última.

Fecha final con dos puntos de diferencia: ganando, se festejaba. El último partido suele ser el más recordado, el que se repite de vez en cuando por algún canal deportivo o el que buscamos en youtube para repasarlo. Dos a cero y ¡campeones!, la tarde de Hernán Rodrigo López. 45 puntos, 14 victorias (incluyendo los cinco llamados "grandes" y el clásico), 3 empates, 2 derrotas. Sencillamente impresionante.

Nombres para la historia, algunos repetidos y otros que se sumaban. Frente a Arsenal salieron Agustín Orión, Federico Fernández, Leandro Desábato y Germán Re; Gabriel Mercado, Rodrigo Braña, Juan Sebastián Verón y Marcos Rojo; Enzo Pérez, Leandro Benítez; Gastón Fernández. Entraron con los cambios el goleador López, Matías Sánchez y Facundo Roncaglia. Durante el transcurso del torneo también jugaron Juan Pablo Pereyra, Leandro González, Maxi Núñez, Gabriel Peñalba, Agustín Silva, Raúl Iberbia, César Taborda, Carlitos Auzqui, Michael Hoyos y Darío Stefanatto. Varios integrantes de este plantel formarían parte del exitoso proceso de Sabella en la selección.

Estudiantes campeón. "A Estudiantes no le podemos pedir nada más";... pero, la verdad, necesitábamos sacarnos la mufa de lo que se nos había escapado, a pesar de haber festejado en grande hacía solo dieciocho meses. Para entonces, ya nos comunicábamos por sms, y, además, estábamos unidos a Facebook, por lo que aproveché para subir algo. Elegí postear pocas palabras: "Once estrellas para el León. Se perdona la envidia".

Más allá de que somos hinchas, "a Estudiantes no le podemos pedir nada más". ¡Pero, qué lindo che, que sería salir campeón otra vez para festejarlo también por Whatsapp, Twitter, Instagram, TikTok...!

Agosto 2020

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