La copa, otra vez

Hablando del Pincha, mi generación llegó un poco tarde a la época de oro. Los mayores nos contaban de los tricampeones de América y campeones del mundo, pero la cabeza, por más fuerza que hiciéramos, solo nos devolvía alguna borrosa imagen de tevé. No es que hubiera pasado tanto tiempo, pero la realidad nos marcaba otro momento.

Peleando arriba, sintiéndonos respetados, con ídolos como Pachamé o Verón todavía en cancha y con Bilardo en el banco, disfrutando de un equipo con nuevos valores, pero lejos del estrellato internacional. Y cerca, a la vez. Era como llegar a un quincho tipo tres de la tarde, con la parrilla humeante, con alguna achura perdida que ningún comensal se había servido, con la mesa todavía sin levantar, llena de rastros de que recientemente se había degustado un gran asado; pero un poco tarde.

Así, desde nuestros primeros años como hinchas, éramos conocedores de lo que había logrado nuestro club, aunque no lo habíamos vivido plenamente; ni en la cancha, ni por la radio, ni en la vida. También, desde entonces, nos preguntábamos si en algún momento llegaríamos a vivir un privilegio semejante, y, la verdad, nos parecía que era muy difícil... eran los años del Rojo y de Boca, y semejante epopeya era casi imposible de reeditar para un cuadro como el nuestro.

Y, sin embargo...

Sin embargo, fuimos testigos de varios capítulos de nuestra historia copera: del regreso en 1976, donde solo uno por grupo pasaba de fase y terminamos segundos de River; de las copas de los ochenta, con el 3 a 3 mítico frente a Gremio incluido, después de ganarle el grupo a Ferro de visitante y con suplentes, entre ambas finales del nacional local; del largo intervalo hasta el siglo XXI, solo mitigado con algunas presencias internacionales gracias a la "Supercopa" de los noventa; del esperado regreso en el 2006, con nuevas hazañas como el 4-3 al Cristal, después de irnos al entretiempo tres a cero en contra, o la clasificación ganada sobre la hora al Bolívar bajo la lluvia (ambas en Quilmes), y la caída final por penales ante San Pablo.

Páginas emocionantes, que renovaba esa "mística copera" tan Pincha; que generaban tapas gráficas deportivas de colección, con titulares como "¡León de América!"; que evocaban una vez más la gloria del tricampeón, y que reverdecían nuestro orgullo por ser quienes éramos, quienes somos; pero claro, sin títulos. Y sin títulos, para nosotros, es como que nos faltara algo. No por ser desagradecidos, desde ya. Uno se preguntaba que darían unos cuantos equipos de primera por tener una historia copera que incluyera empardar un 1-3 con siete hombres, dar vuelta un 0-3, asustar a un San Pablo, sentir que los rivales siempre prefieren evitarte. Pero para nosotros, sin títulos...

En el 2009, en la 50ª edición, Estudiantes, que venía siendo habitué en los últimos años, sería otra vez de la partida, arrancando desde el "repechaje", una instancia previa a la fase de grupos, en un duelo de eliminación directa. Una vez más nos cruzamos con Sporting Cristal, y el León arrancó errático: en Lima nos dieron vuelta el partido, que perdimos 2 a 1; pero ese gol de Enzo Pérez de visitante nos daba la chance de pasar con el 1 a 0 en casa. Y así ocurrió, aunque no sin cierto dramatismo porque los minutos pasaban y el marcador no se abría. "Típico partido de copa" (¡si habremos escuchado la frase!), cerrado, hasta el recordado cabezazo de Ramón Lentini que nos alcanzó para pasar y para que Bilardo y Maradona festejaran en la platea del Estadio Único.

Nos esperaba el grupo 5 con Cruzeiro, Deportivo Quito (los dirigía Rubén Darío Insúa) y Universitario de Sucre. Pasando dos, el grupo no asustaba para nada, aunque el juego del Pincha no daba para ilusionarse. Arrancamos 0-3 en Belo Horizonte... y a correr de atrás; le ganamos con lo justo al modesto Universitario (gol del uruguayo Salgueiro), y perdimos nuevamente de visitante en Ecuador. Fue 0-1, cerca del final, y volvimos sin técnico: había renunciado Leonardo Astrada.

Estaba difícil clasificar cuando llegó el momento de Alejandro Sabella como coach del equipo. La parada era brava y siempre el fútbol supone riesgos; en este caso, el de quemar un ídolo. Sin embargo, seguían dos de local, y goleamos en ambos: 4-0 a los ecuatorianos (tres de Boselli, uno de Enzo Pérez); e igual marcador frente a los brasileros (dos de Sánchez Prette, la Brujita y la Gata). Pasamos de punto a banca; cerramos con un cero a cero en la altura y nos metimos en octavos, segundos de Cruzeiro.

La zona de llaves nos fue haciendo algunos guiños: poco viaje, lugares llanos, rivales "accesibles" (sabiendo que esto es fútbol y te jugabas tu destino en cada partido y revancha): en los papeles, Libertad de Paraguay no nos podía complicar, y no nos complicó: 3-0 (dos de Boselli, uno de la Gata) y 0-0 allá. En cuartos, arrancamos pegando de visitante contra el uruguayo Defensor Sporting (1-0, gol del Chavo), y, tranquilos, firmamos el mismo marcador de local (gol del Chino).

En las semis nos esperaba un viejo conocido, Nacional de Montevideo. No habíamos vivido aquellos duelos, pero... tantas crónicas habíamos devorado, tantas historias habíamos escuchado, sobre aquellas finales del 69 y del 71, una para cada lado. Era como un "bueno" histórico, contra un equipo también campeón, con nombre, con reconocimiento. Para ese cruce empezamos a contar con Rolando Schiavi, pedido por Sabella para reemplazar a los lesionados Alayes y Angelleri.

Arrancamos de local ganando uno a cero, con gol de Diego Galván. El "único" lleno, la ciudad paralizada, todos los medios nacionales pendientes de Estudiantes... ¡con que así era! Algo habíamos intuido hacía poco tiempo, en la sudamericana perdida con el Inter de Porto Alegre, "dejando la piel", como había elegido titular "Olé" en aquella ocasión. Pero esto era la "Libertadores", y aunque nos quedamos con gusto a poco, la memoria histórica nos tranquilizaba: ganar por la copa siempre es importante, aunque sea por la mínima.

Y en la revancha jugada en el Centenario, ganamos 2-1 con dos goles de un Mauro Boselli espectacular, y vimos un equipo concentrado, inteligente; como solían decir viejos periodistas, con "olor a campeonato", cerrando las bocas de unos cuantos que habían agitado el argumento del "resultado corto" después del partido de La Plata.

Estudiantes jugaba su quinta final en la copa más linda, con su camiseta marcada por la historia. Otra vez... ¿cuánto darían otros clubes por jugar siquiera una? De nuevo arrancaba de local, contra el otro rival que se había clasificado en el grupo del León, Cruzeiro de Belo Horizonte: difícilmente el Estadio Único vuelva a vivir un evento deportivo de semejante importancia. Lo ideal era pegar primero, pero fue cero a cero; sin embargo, más allá del empate, que nos mandaba a jugárnosla en el Mineirao, impresionaba la tranquilidad y la seguridad -en la cancha y en las declaraciones- de nuestros jugadores: Andújar, Desábato, Verón.

El capitán, justamente, fue bastante maltratado: le habían literalmente cosido la cara en el medio del partido para poder seguir en cancha, y, a sus 34 años, era lógico que fuese duda para la revancha, por lo menos desde el punto de vista médico. Él no tenía ninguna: no estaba dispuesto a perderse el partido de su vida y despejó de entrada cualquier especulación: "no llegaré al cien por ciento, pero estoy adentro". Y así se fue el Pincha a Brasil, a definir de visitante.

Ahí sale Estudiantes, abucheado por sesenta mil personas, pero también alentado por unos cuantos miles: "¡¡Estudiaaan, Estudiaaan!!". Sabella en el banco, Bilardo en un palco, y en el campo de juego Ándujar; Cellay, Desábato, Schiavi, Ré; Enzo Pérez, Braña, Benítez, Verón; Fernández y Boselli. En los últimos minutos entraron Juan Manuel Díaz, Matías Sánchez y José Luis Calderón. Además de los titulares y los nombrados en las líneas precedentes, fueron parte de ese plantel Maxi Nuñez, Albil, Dobler, Iberbia, Rojo, Moreno y Fabianesi, Huerta y Carrasco.

El momento culminante suele ser el más recordado de un proceso, con cada detalle, con alguna anécdota. Que fácil suena escribirlo: "el Pincha lo fue a buscar y lo dio vuelta en el Mineirao"; 2-1, con goles de la Gata y Boselli. No lo fue tanto, pero fue, para ser tetracampeones de América.

Una nueva copa, esta del siglo XXI, para cumplir con el mandato histórico: para que los que llegamos algo tarde al tricampeonato lo vivamos en primera persona, y para que los más grandes revivan la historia. Dentro de nuestra colección de copas y de los lugares donde las ganamos, no estaba mal sumar una de visitante en Brasil.

Tetracampeones. Sí, la cuarta de América, la Copa, otra vez...

¿Qué más le podemos pedir a Estudiantes?

Junio 2020

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