Figuritas

Entretenimiento económico para los pibes de los sesenta, los setenta y los ochenta, las "figuritas" eran muy populares. Más allá de que queríamos llenar el álbum para ganar una pelota, que era el objetivo principal, también nos gustaba jugar con ellas. Había toda una rutina de canjes y juegos donde se ganaba y se perdía.

Jugábamos de a dos al "chupi", en el piso o sobre un banco o mesa, donde cada chico ponía una figurita y ambos intentaban darlas vuelta, una vez cada uno, con un golpecito a mano abierta, sin agarrarlas ni escupirse la mano para que se pegue y sin arquear o doblar la "figu". El contrincante trataba de "planchar" a las figuritas lo máximo posible, o de poner una nuevita, sin desgaste, más difícil para voltear. El que lo lograba, tenía derecho a seguir "tirando", mientras el otro esperaba turno.

Si las figuritas eran de cartón o chapa, algo más pesadas, se podía jugar a "la tapadita" o a "la acercadita" (otros la llamaban "la arrimadita"), contra una pared o muro. En ambas se "tira" la "figu" hacia dicha pared desde una distancia acordada o "meta". En la primera gana el primero que "tapa" otra figurita y se lleva todas; en la segunda, gana el que queda más cerca de la pared. Y todavía había una tercera variante: "la volteadita", donde había que "voltear" una figurita apoyada sobre el muro.

Las había de distintos motivos y formas, pero las de jugadores de fútbol eran las que más nos gustaban. Hubo "chapitas" (metálicas), cartoncitos rectangulares de mayor tamaño, tipo tarjetitas, otras del mismo formato y material más pequeñas con la trayectoria del jugador al dorso, otras adhesivas, pero las más comunes eran las redonditas, también de cartón.

El cambio más común perseguía el objetivo de que cada chico se desligara de las "repetidas", mano a mano, para beneficio mutuo. Pero también, el que "juntaba un pilón" (comprado o ganándolas en los juegos) aspiraba a ofrecerlo completo por "la difícil" (por ejemplo, la de Enzo Ferrero, delantero de Boca) para llenar el álbum.

Por supuesto, también queríamos completar nuestro equipo. A nosotros la cuestión se nos facilitaba, reconociendo que, en los barrios de La Matanza, quizá las figuritas de los jugadores de Estudiantes no eran las más buscadas; pero también aplicando a cada operación lo que años después se definió como el "bidón pincharrata".

Por ejemplo, buscábamos concretar los trueques con pibes que no supieran que éramos hinchas de Estudiantes, de forma tal que no percibieran nuestro interés y no se "aviven" y suban la cotización de la "figu" en cuestión. De esa manera, te podías hacer "varios equipos": el del álbum; otro para armar un poster, otro para decorar la bici (ya volveremos sobre este tema, que merece un relato aparte) y alguno más para adornar cuadernos o lo que fuere.

Si no nos salían en el sobre comprado las de los players albirrojos, preferíamos que nos salieran de los de Boca, River o San Lorenzo, por su "alto valor en el mercado", es decir, fácilmente canjeables para nuestro objetivo: era negocio.

Un ejemplo de ganga total... largar a Pinino Más por cinco figuritas a elección, donde te vengan Pezzano, Togneri, Rodríguez, y un par de Independiente para seguir sacándoles rentabilidad en busca, pongamos, de Reguera, Pagnanini o el fantasma Benito en el próximo trueque.

Ja. Uno era un pibe pincha.

Diciembre 2019

Create your website for free! This website was made with Webnode. Create your own for free today! Get started