En las difíciles

-Viven de recuerdos...

Así solían a empezar a verduguearnos los hinchas rivales durante aquellos años.

Y sí, había pasado mucho tiempo con el Pincha, en el mejor de los casos, deambulando por la mitad de la tabla: después del bicampeonato 82/83, los años finiseculares nos encontraron varias veces penando.

Era cierto, no lo podíamos negar: ante aquel presente pobretón, uno completaba su afirmación identitaria revisitando periódicamente los archivos personales de las épocas de gloria y rememorando los logros de un pasado que se iba alejando inexorablemente. Leyendo las efemérides que se publicaran en algún medio gráfico, de Old Trafford, de las libertadores, a falta de noticias favorables en aquel presente.

Hasta parecíamos darles la razón con banderas con leyendas "tangueras" en la cancha, tipo "no habrá ninguno igual, no habrá ninguno".

Mientras tanto, apenas el ascenso del 95. No obstante, los más grandes sentíamos la necesidad de explicarles a los jóvenes que no era de Pinchas festejar desmesuradamente ni hablar demasiado de eso, por más récord de puntos y que se yo cuánto. Que siendo la segunda categoría solo se hizo lo que se tenía que hacer. Y punto.

O el consuelo de aquellas supercopas, que las jugábamos por nuestra historia de títulos continentales, y nos servían para sostener alguna presencia internacional.

Por aquellos años, estábamos habituados a tener un lugar en la agenda personal o en algún cuaderno de laburo para ir anotando nuestros puntos acumulados y el promedio; a estar pendientes de resultados de equipos como Instituto, Rafaela o Mandiyú. O a hacer fuerza para que Belgrano y los jujeños empataran, así no sumaba mucho ninguno, cuando les tocaba cruzarse.

Era resignarte a que los jugadores más destacados del León sean transferidos rápidamente, pero no a las grandes ligas europeas: con suerte, a Boca (como Palermo o Verón), y aún a Vélez (Trotta), a San Lorenzo (Romeo), a Racing (Capria) o a Independiente (Caldera).

O que pretendamos comprar el pase de un mismo jugador, por ejemplo, junto con Colón, y el tipo opte por Colón. Y a lo sumo, muy de vez en cuando, pegar una campañita medianamente aceptable para estar más tranquilos en la tabla de abajo, como algunas de Daniel Córdoba o Néstor Craviotto.

Festejar algún partido aislado, algunas victorias frente a los grandes, algo. No muchos: si los agarrabas en racha te podían golear, inclusive en Uno, como pasó con River o San Lorenzo. Y, para colmo, parecía que casi siempre el adversario llegaba en racha.

Jugar, muchas veces a cancha llena de local y colmando la popular visitante de cualquier estadio de Buenos Aires. Quién no escuchó el cumplido de algún amigo o compañero hincha de algún rival ocasional, tipo "...che, lleva gente Estudiantes".

"Sí", respondía uno sin darle tanta importancia al punto. Porque..., la verdad que los pinchas, en general, no somos tanto de pavonearnos con eso de que llevamos mucha gente, cuántos que somos, vamos de visitante, qué seguidores, etc. No es que no tengamos con qué, pero para hinchas de la hinchada, se destacan otros clubes; no nosotros. Nuestra cuota de irracionalidad ya está más que cumplida con las quiricocheadas y algunas otras "costumbres".

A propósito de esto último... la verdad es que en los momentos de vacas flacas se te caen todas las cábalas. Ya no sabés si culpar al interno del colectivo que te tocó la noche anterior volviendo del laburo, a que no tendrías que haber agarrado la cortadora de pasto esa mañana, a que no pudiste clavarte un chori en el puestito de siempre, a que justo te llamó ese tipo que no debería, a que no encontraste la camiseta indicada para ponerte... cuando todo viene torcido, pareciera que vos tampoco podés hacer bien tu parte.

Y así nos fuimos acostumbrando, por ejemplo, a que Chacarita nos gane sobre la hora y que nuestro técnico declare "lástima, el punto hubiera sido importante para nosotros y lo estábamos aguantando bastante bien", o a perder inapelablemente tres encuentros consecutivos contra Boca, River y San Lorenzo y a escuchar algún jugador diciendo "el fixture no nos favoreció, nos tocaron tres grandes seguidos", o a hacer alguna campañita aceptable, de 28 o 29 puntos en un torneo corto, y que un Tito Pompei afirme "sacamos un montón de puntos y dejamos bien alto el prestigio del club".

Parecía para estábamos para que se luzcan los cracks rivales. No sólo eso: se destacaban los debutantes, cortaban las malas rachas los goleadores, se atajaba todo el arquero, todo justo contra nosotros. Daba la sensación que a nuestros adversarios todo les salía bien.

Sin embargo, en los comienzos del siglo XXI, algo empezó a cambiar, con un viejo conocido que trajo nuevos vientos: volvía Bilardo. Si bien su tarea central fue la de generar un "colchón de puntos" y promover jugadores, el horizonte de expectativas se modificó. Ya con Merlo se empezó a discutir la punta y se volvió a la copa. Otra vez. Perdimos por penales en cuartos, con San Pablo, pero algo estaba por pasar. El olfato nos decía que el viejo León pronto volvería a rugir.

octubre 2019

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