Brasil 2014

Ahora que pasó el mundial y que transcurrieron algunos días para tomar distancia, vayan algunas líneas sobre lo que pasó. Vertidas claramente desde una parcialidad, por supuesto, la que ve la vida color albirrojo. Están lejos de anular nuestro orgullo, y, también, lejos de negar nuestro dolor. Van en código futbolero, para jugar un poco nomás, ¿eh?

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-¿Y? No nos alcanzó, ¿eh? Estuvimos ahí, muy cerca, y ahora a nosotros nos duele el doble, ¿no?

Eso me dice Eduardo, en el baño de la sede Lascano del Instituto 82. Eduardo está por terminar el profesorado de Filo y trabaja en el Fines. Lo de "a nosotros nos duele el doble", desde ya no refiere a todos los argentinos sino a nuestra pequeña secta. Dependiendo de quién pudo meterse primero en la página de Animals o El Día o Diagonales, si él o yo, habitualmente, al comenzar cada clase, ante las atónitas y resignadas miradas del resto de curso, nos decimos muy seriamente cosas como "ya tenemos a Prediger", "confirmado que vamos contra la Fiorentina" o "va Aguirregaray de entrada contra Douglas Haig". O algún comentario de color más local como "viste que en el kilómetro 41 hay otra ferretería que se llama El Pincharrata"

Y ahora, que nos cruzamos en ese baño post final del mundial, a Eduardo le bastan cuatro palabras para definir con absoluta precisión lo sucedido: "nos duele el doble". Claridad meridiana, que le dicen.

Nos duele el doble porque todo venía muy bien, cómo aquella vez en México, cuando mientras nosotros creíamos casi todos vaticinaban el retorno en primera ronda, o a lo sumo en octavos "porque nos tocó el grupo más fácil".

Nos duele el doble porque disfrutábamos una vez más de tener un seleccionado muy criticado por gran parte de la sociedad, influenciados por los grandes medios nacionales, quienes no aceptan que alguien que no sea de River o Boca (a pesar de que Alejandro se inició en Núñez, qué duda cabe, con Estudiantes llegó a la cúspide del fútbol nacional e internacional), sea quien lleve a la Argentina a lograr hechos históricos que otros no lograron.

Nos duele el doble porque disfrutábamos en silencio de los asertos de Pachorra, contra la presión de los hinchas "comunes": jugador del pueblo no, Mascherano a la zaga no, jugar "como quiere Messi" no, titularidad para los que "no los conoce nadie" sí, cambiar a los de la casa si no hay más remedio, sí. Y varios etcéteras.

Nos duele el doble el doble porque avizorábamos la oportunidad histórica: la selección argentina de fútbol, después de veinticuatro años, volvía a disputar la final de un mundial, una vez más de la mano de la tan criticada escuela de Estudiantes de La Plata, esa que nos permitió alcanzar la gloria con Bilardo en México 1986. Inútil es recordar todo lo que pasó en el medio y la larga lista de frustraciones, sintetizadas en el todavía fresco cero a cuatro en Ciudad del Cabo 2010, que en aquel momento algún sector increíblemente pretendió celebrar, y que provocó en Diego Maradona, entonces técnico, la respuesta más coherente de su vida: "no, no corresponde".

Nos duele el doble el doble porque parecía que la ornamentación secundaria acompañaba a la historia, especialmente con el papelonazo del uno a siete en el Minerao de nuestro archirrival (... en qué gigantesco off side quedaron los ideólogos que intentaron extender la hermandad latinoamericana al fútbol...).

Nos duele el doble el doble porque veíamos que se estaban corrigiendo los detallecitos que faltaban. Por ejemplo, el de Leo Messi. Ese pibe que nos dejó con las manos vacías en Abu Dabi, en el mundial de clubes 2009, y del que, digamos la verdad, (también nos equivocamos, aunque, por supuesto, muy excepcionalmente) siempre sospechamos de su lealtad para con el proyecto. Y ese pibe terminó haciendo una de las mejores jugadas de su vida: obviamente, sólo la vimos los pinchas, no entró en ningún resumen televisivo y no fue destacada por la prensa internacional o vernácula. Corrían cuarenta minutos del segundo tiempo en el partido de cuartos, con Argentina uno a cero sobre Bélgica, y se tiró a los pies de uno de ellos para hacerle foul y demorarles la salida. Y lo logró. La mediocridad del árbitro lo salvó de la amarilla que lo hubiera honrado aún más para el exigente paladar negro estudiantil; igual, pibe, dejaste todo, y, sin rencores, hemos olvidado aquel gol de pechito en tiempo extra con el que salvaste a tu julepeado y multimillonario equipo. Nos duele el doble porque, sólo por esa jugada, vos también merecías ser campeón del mundo.

Nos duele el doble por Masche. Porque entendió todo. Que era Brasil, el Maracaná, que somos Argentina. Porque sin ser de la casa contestó como pincha cuando le preguntaron sobre el balance después de la final. "Es un dolor que nos quedará de por vida". Así se habla, Javier.

Nos duele el doble porque no hay dolor mayor que ser subcampeón. Y porque ahora los que criticaban nos felicitan. Por algo que nosotros, sólo nosotros, sabemos que no conseguimos. Que nos volvimos sin traer lo que fuimos a buscar. Por eso, hay que agradecer a los amigos para no ser descortés; por eso, si las autoridades nacionales lo solicitan, hay que darse un rato para recibirlas en el predio de Afa. Por eso, hay que soportar el título de "héroes" de tantos medios gráficos que hasta ayer nos defenestraban, y sonreírse por las groseras panquequeadas de lo de ESPN, de los de TyC, de los de TN.

Y sí, Eduardo. Nos duele el doble; por más que nos quede el orgullo, no lo logramos y extrañamente no nos putean. ¿Y ahora qué sabés, seguimos o nos vamos? ¿Y vos que querés, quedarte..., irte...? Yo la verdad que no sé, con este dolor. Por ahí quedarnos, que se yo, para aportar nuestra receta de siempre: la organización, el trabajo, la seriedad, el compromiso, la mística, las tácticas. Y, cómo no, las cábalas y el bidón. Para que empiecen las puteadas de nuevo, sentirnos más cómodos y aliviarnos un poco. Viste cómo es, un partido malo y enseguida van a volver a la carga por el Apache, va a criticar Diego..., viste como es la gente antipincha: no descartes, Eduardo, que hasta se atrevan a pedir a sus jugadores del pueblo.

Pablo Valaco

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