Apoteosis

Para recuerdo de los más grandes, y para contarles nuestra experiencia a los sub -con perdón de la palabra- cuarenta, vamos a referirnos, tomando un rutilante título de una conocida revista deportiva de entonces, al momento de mayor encumbramiento del fútbol argentino. La publicación ("El Gráfico"), que había sido crítica en algunos momentos del proceso previo, elegía una contundente sentencia: "Argentina: nunca tan grande, nunca tan glorioso, nunca tan campeón".

Muy presentes en nuestras retinas, las imágenes de México 1986, también difundidas periódicamente y disponibles en varios videos de Youtube (el gol de Maradona a los ingleses con el relato de Víctor Hugo, la final, los goles partido a partido, el Tata aguantando lesionado los noventa en la final, etc.), marcan aquella gesta épica del futbol criollo... ¡Campeones del mundo!

Sin embargo, no es todo. Porque, si analizamos cómo se llegó hasta ahí, surge con claridad otra cuestión que habitualmente no se pone en vidriera. Medios muy influyentes, como Clarín y Tiempo Argentino, hacían juicios feroces sobre el andar futbolístico y las perspectivas de aquel equipo de cara al mundial, hasta prácticamente las vísperas; nunca se volvió a vivir algo de semejante desmesura en la crítica ante una selección nacional que se preparaba para disputar una copa del mundo.

Al grano: fue un mundial Pincharrata. Como casi siempre, si Argentina llega alto, está la escuela de Estudiantes de la Patria detrás. Y además, también como casi siempre, solos contra todos.

Claro que no fue sencillo... los lenguaraces del fulbito, como decíamos, estaban con la pedantería a flor de piel, tratando de instalar sus miopías como sentido común en el universo futbolero. Ahí va un botón de muestra.

"Por voluntad de Bilardo, en México no juega "nuestra" selección". Notable.

"...difícilmente podamos llamarla nuestra. No nos identifica con nuestra verdadera historia futbolística". Ahá.

El concepto de Carlos Bilardo difiere del 99 por ciento de los argentinos que gustamos del fútbol. Mirá vos.

Si llega a la final será mérito exclusivo de los jugadores, pero a los argentinos nos seguirá invadiendo la tristeza. Genios.

Preferimos perder defendiendo la nuestra. Bueno, nos tapó el agua, nomás.

Así estaban los tantos. Este es un artículo que se publicó en el periódico "Que pasa", orgánico del Partido Comunista, a nada de iniciarse el evento. Pero podríamos encontrar columnas similares y constantes en el suplemento deportivo del nombrado Clarín, además de escuchar idénticas premisas en la mayoría de los medios radiales (recordemos que por entonces los medios gráficos y orales marcaban tendencia, incluyendo la cuestión deportiva).

En suma, una previa durísima, larga, con casi todo el periodismo en acérrima oposición y con algunos sectores del poder político trabajando (mejor, conspirando) para cambiar el cuerpo técnico. ¿Nosotros? Incondicionales del Narigón, sin dobleces ni vacilaciones y con expectativas importantes... Podría decirse que con la típica ilusión del hincha, pero sentíamos también que esa ilusión era sostenida con un plus de racionalidad.

Debutamos con un 3-1 a Corea, sólido, inapelable, que vi en una vieja tele en blanco y negro. Al siguiente juego me tocaba trabajar (en esa época era ferroviario), y sólo pude espiar de a ratos el monitor de un copetín al paso que estaba en la barrera Gorriti, en el acceso a Aldo Bonzi. Fue 1-1 con Italia, campeón del mundo vigente y cabeza de serie de nuestro grupo. Argentina mereció más y empezaba a provocar que algunos medios reconsideren sus críticas y ajusten sus miradas. Por ejemplo, "Empatamos en un partidazo", podía leerse en un titular al día siguiente... una virtual confesión de parte.

La lotería de mis horarios rotativos me favoreció y pude ver todos los partidos siguientes, generalmente en casas de amigos donde se disponía de TV color, artefacto que si bien llevaba ya más de seis años comercializándose en el país, todavía no los había en todos los hogares matanceros. Bueno, 2-0 a Bulgaria para ganar el grupo; 1-0 a Uruguay en octavos -resultado corto- y 2-1 a Inglaterra en cuartos.

Pequeña digresión. Los Pinchas, que sabíamos lo que se estaba jugando, gritamos por igual los dos goles de Diego (a los efectos prácticos, del mismo valor). En lo personal, debo decir que, además, no logré advertir en el primer momento el carácter de "golazo" del segundo. ¿Cómo hacerlo, en el medio de la tensión ante un partido de cuartos de final, nada menos que contra Inglaterra, donde si perdés te vas? Gol y punto: de rebote, de cabeza, zapallazo, en contra, carambola o genialidad, todos valen uno. Lo de "golazo", "pedazo de gol", "golón", etc... qué más da... no son más que notas de color para nosotros.

Quedaban las instancias finales. Semis con Bélgica, 2-0 con un baile poco frecuente en una fase tan decisiva; y, por último, el recordado 3-2 de la consagración, con Carlos lamentándose por los dos goles alemanes, que fueron "de corner", a pesar de ser el flamante DT campeón mundial.

En aquella ocasión, al menos en la final algunos pidieron perdón con una bandera reconfortante, agradecieron y se sumaron a los festejos. Bueno, algo es algo. De todas maneras, recuerdo que me molestó bastante ver a ciertos personajes celebrar desaforados después de salir campeones, subiéndose al carro triunfal. No a la gente común, claro, al hincha del cualquier equipo que estaba feliz de ver a Argentina campeón, al fin y al cabo el verdadero 99 por ciento.

Esa que en aquella noche de alegría colmó el obelisco, la 9 de julio y cada plaza del país, esa que días después saludó al plantel y cuerpo técnico en Plaza de Mayo. La verdad es que no parecían "invadidos por la tristeza" (¡¿?!... qué bárbaro..., cero fútbol ustedes...) por haber salido campeones...

Chicas y muchachos futboleros del presente, bueno es evocarlo hoy, que la síntesis histórica ya no admite discusiones importantes sobre semejante epopeya, por lo menos si se pretende hacerlo con seriedad. "Argentina: nunca tan grande, nunca tan glorioso, nuca tan campeón". Fue una verdadera apoteosis: jamás habíamos vivido algo así (el mundial del 78 tuvo otras características), y después nunca pudimos repetirlo (aunque estuvimos muy cerca en 1990, con el Doctor otra vez, y en 2014, con Sabella).

Pero llegar fue difícil... realmente, digámoslo de nuevo, solos contra todos. Por eso, vale recordarlo: si alguna escuela estuvo atrás del más importante logro del fútbol argentino, si una historia y una filosofía futbolística lo respaldaba, si alguna parcialidad tuvo bastante que ver con lo que había pasado, bancando incondicionalmente...; en conclusión, si con alguna camiseta se podía emparentar semejante éxito... era con la albirroja. No quedaba lugar para polémicas: propios y extraños sabían que todo se había generado en 1 y 57, en City Bell, en el laboratorio, en las tácticas, en el pizarrón, en la mística.

Estudiantes de La Plata, siempre.

Por Pablo Valaco

Create your website for free! This website was made with Webnode. Create your own for free today! Get started